XVII

En el bosque hablo con un hada. Son seres maravillosos, solo visibles para aquellos que quieren sentirlos. Al igual que todos los que llaman «espíritus».

-Hola.

-Hola, Principito. Gracias por visitarme.

-Encantado de haberte encontrado. ¡Es maravilloso!

-Lo sé… Es fantástico que haya niños como tú. Todos los niños cuando nacen saben que estamos aquí, dondequiera que miren. Pero se avergüenzan de lo que sienten porque les enseñan a no sentir.

-Pero es parte del aprendizaje del mundo.

-Lo sé… Ahora la llama del amor se está extendiendo. Y nosotras las hadas tejemos la red.

-¿Tejéis?

-Como las arañas.

Sonreímos al tiempo. Somos la misma luz, una luz que se extiende por el bosque primero, luego por el mundo y el Universo, para luego volver a nosotros. Es la misma luz que se puede ver en los ojos de los niños, y que brilla en los corazones puros.

-¿Qué sientes, Principito?

-Siento que nuestros caminos se han cruzado por alguna razón que no puedo ver.

-No hay razón y no hay caminos. Solo estamos tú y yo, y lo que estamos viviendo.

-Si hay razones, ¿no importan?

-En absoluto. ¿Por qué viniste al mundo? ¿Por qué morirás? ¿Por qué viajas de planeta en planeta jugando? ¿Por qué nos hemos encontrado? No importa el por qué. Importa lo que estás haciendo.

-Hacemos lo que sentimos, Hada.

-Es amor, Principito.

-Amor…

Entonces el hada comenzó a tejer una tela luminosa. Más hadas comenzaron a surgir del bosque. Ellas también tejían una red de Amor. Todo el planeta brillaba envuelta en una increíble red. ¡Era maravilloso!

Es maravilloso dejar que tu alma sienta, recordar que lo esencial es invisible a los ojos. Solo de esta manera se puede compartir la vida con otros, dejando que tu alma sea ella misma, volviendo a ser el niño que viniste a ser.

XVI

En el siguiente planeta habitaba un relojero.

-Hola.

-Hola. ¿Qué hora es?

-No lo se.

-¡La mejor hora!

Me encantaba aquel señor. La sonrisa debajo de su bigote le hacía un rostro muy gracioso. Sus ojos brillaban como diamantes. Era un niño con canas.

-¿Qué haces?

-Arreglo relojes. Para que a nadie le falte el tiempo.

-¿Cómo puede faltar el tiempo?

-Nunca falta, ni sobra. Pero a mucha gente le gusta pensar así.

-Tú no piensas así. ¿Entonces por qué arreglas relojes?

-Porque me divierte.

-¿Por qué los relojes marcan diferentes horas?

-Porque no todos ven el tiempo de la misma manera. Hay quien siempre se adelanta. Hay quien siempre se atrasa. Hay quien va perdiendo tiempo… Y claro, eso se refleja en sus relojes.

-¿Y a dónde va el tiempo que pierden?

-A ningún sitio. Realmente no lo han perdido, porque el tiempo no se puede perder. Puede utilizarse de diferentes maneras, pero nunca perderse. Es la fuerza con la que las personas creen en que lo han perdido lo que realmente hace que lo pierdan… ¡Pero el tiempo siempre es el mismo!

El relojero estallaba en carcajadas y me llenaba el alma de alegría. ¡Qué tiempo más maravilloso estaba pasando!

-Es hora de que me marche.

-También es hora de que vuelva a mi trabajo.

Mientras nos despedíamos, los dos reíamos. Había sido un encuentro maravilloso. Cuando las personas aman el tiempo que están viviendo, todos los momentos son únicos y especiales.

XV

-Soy, soy quien soy, cantando voy…. -cantaba mientras saltaba por la montaña- Soy, soy quien soy, paso a paso voy…

Cuando un niño canta, los árboles sonríen y el Sol brilla con más fuerza.

-¡Hola! -me llama la niña.

-Hola, hermanita.

-Era preciosa tu canción. ¿Era tuya?

-No… ¿Se puede poseer una canción?

-Claro, si tú has inventado la música y las palabras que la forman…

-Yo no he inventado la música ni las palabras. La música está en todo, y las palabras ya existen. Pero aunque yo me inventara una palabra divertida, como «gatimónico», no sería mía. Y aunque hiciera un orden de notas musicales que no existiera antes, no sería mía. Me parece gracioso que se pretendan poseer la música o las palabras…

-Entonces, cualquiera que te escuchara cantar podría copiar tus canciones.

-¡Eso sería genial! Si alguien escucha una canción, esa canción ya es suya. Igual que las estrellas, que no pueden pertenecer a nadie porque son etéreas.

-¿Qué significa etéreo, Principito?

-Que solo pertenecen al cielo. Aunque si miras a una estrella en un momento especial, esa estrella tendrá un significado especial para ti. Podrás decir que es tuya porque pertenece a tu vida, pero solo eso.

-¿Entonces las canciones son etéreas?

-Claro.

-¿Puedo cantar la canción, entonces?

-¡Cantémosla juntos!

-Soy, soy quien soy, cantando voy…. -cantábamos mientras saltábamos por la montaña- Soy, soy quien soy, paso a paso voy…

Cuando venimos al mundo, venimos desnudos. Cuando morimos dejamos todo, incluso el cuerpo. Entre esos momentos poseemos exactamente lo mismo: nada. Así, podemos poseerlo todo.

XIV

Cuando paseaba y cantaba una vocecita parecía surgir de un gran agujero en el suelo.

-Hola. -la saludé.

-Hola.

-¿Quieres salir a jugar?

-No se… No recuerdo lo que es jugar con alguien. ¿Me hará daño?

-No puedo saberlo. Solo sé que cuando juego me divierto, y si juego con alguien nos divertimos. Porque no pensamos en nada, solamente jugamos, nos dejamos llevar, como cuando juegas con las olas…

-¿Qué son las olas?

-Están en el mar. ¡Son tan bellas! Es como si alguien enormemente grande agitara un inmenso cubo de agua y tú estuvieras dentro.

-Suena divertido. Me gustaría conocer las olas.

-Para eso tienes que salir.

-Pero… ¿cómo sé que es verdad lo que me estás diciendo?

-Es verdad. Pero es mi verdad. Para que se convierta en tu verdad tienes que salir de la cueva y verlo por tí mismo. El mundo es un lugar increíble, lleno de cosas maravillosas y de gente curiosa, y muchísimos niños con los que jugar. ¿Quieres salir a jugar?

-… ¡Si!

Muchos niños viven escondidos en cuevas, algunas más profundas que otras. Todos quieren salir, aunque al principio siempre tienen miedo. A algunos les cuentan que el mundo es peligroso, así que se acobardan. A otros incluso los han atado con cadenas al fondo de la cueva, así que si quieren salir tienen que romperlas. A otros simplemente los llenan de riquezas y de cosas que brillan, como monedas de oro o joyas, para que no descubran que la luz del Sol brilla aún más, y que lo que más brilla es lo que no puedes poseer.

Al final, tarde o temprano, todos los niños terminan por salir. Algunos son llamados por la fuerza interior y rompen sus cadenas, que nunca habrían imaginado tan frágiles. Otros comprenden que el brillo más fuerte nace de dentro. Otros son encontrados por otros niños, que los llaman a jugar. Entonces despiertan. Un niño feliz es un niño que juega.

¡Es tan maravilloso ser niño!

XIII

Cuando saltaba los planetas aterricé en uno muy brillante. Todo era de colores. Se alegró mucho cuando puse mis pies sobre su superficie. Era pequeño, muy pequeño, tan pequeño como una sonrisa pero tan grande, muy grande, tan grande como… una sonrisa.

Era muy divertido estar en aquel planeta. Cuando yo imaginaba cualquier cosa, esa cosa aparecía allí. Imaginaba un globo, y allí estaba, listo para que lo cogiera. Imaginaba un paisaje de muchos y vivos colores, y ¡allí estaba!

-¡Me encanta estar contigo!

-¡Y a mi contigo!

-Pero… preferiría jugar contigo, en vez de jugar encima tuyo.

-No puedo… Soy muy grande para jugar contigo, que eres tan pequeño…

-Eres pequeño, muy pequeño, tan pequeño como una sonrisa pero tan grande, muy grande, tan grande como… ¡una sonrisa! ¡Claro que puedes jugar!

-¿Ves como soy grande?

-Eres tan grande como quieras serlo. O tan pequeño como quieras serlo. ¿Quieres jugar?

-Claro, te daré lo que quieras y  disfrutaré viéndote jugar.

-Preferiría jugar contigo.

-¿Prefieres jugar conmigo a que te dé todo lo que quieras?

-Claro. Los objetos que me das son efímeros, algo que hoy está aquí pero mañana no estará. En cambio, si juegas conmigo tú y yo compartiremos algo importante, y los dos lo recordaremos en el futuro. Porque nada es más especial que un momento compartido.

-¡Disfrutemos, entonces!

Quizás nunca más vuelva a encontrarme con aquel brillante planeta, pero el recuerdo de los momentos maravillosos que vivimos juntos me acompañará siempre.

XII

Es muy divertido saltar planetas. No sabes qué vas a encontrar en el siguiente. Por eso es tan divertido. Si lo supieras, no podrías decir «¡qué sorpresa, no esperaba encontrarme esto!». Entonces no sería tan divertido.

Cada planeta tiene su propia belleza. Hay quien dice que algunos planetas son feos. Tendrían que revisar su visión. Cada planeta es diferente, pero todos son bellos.

Alguno ha dicho: «pero si ese planeta tiene muchos cráteres, es feo», pero yo le he dicho: «los cráteres no hacen feo al planeta, los cráteres son parte del planeta». Otro ha comentado: «ese planeta es horrible, no tiene una atmósfera respirable ni un color agradable», pero yo le he dicho: «la atmósfera de ese planeta no es respirable para ti, pero quizá un visitante de otra galaxia la encuentre maravillosa, y aunque no te agrada el color del planeta, quizás a otro le encante».

He oído que la belleza está en los ojos del que mira… ¡El que mira es tan bello…!

Saltar de planeta en planeta es genial. Cada paso es una aventura.

-¿A dónde vas, Principito? -me pregunta la señora con fregona.

-Estoy jugando a saltar de planeta en planeta, no sé adonde voy.

-¿Por qué no quieres decirme a dónde vas?

-No sé a donde voy.

-Me estás tomando por tonta. Todos sabemos adonde vamos.

-Yo no.

-Está bien. No quieres decírmelo. Eres una mala persona.

-Me voy. Adiós.

Las personas mayores son así. Cuando no entienden alguna razón, la inventan a su propia manera. No entienden que los niños no necesitan una razón para jugar. Porque si lo entendieran ya no serían personas mayores, serían niños… Suponer es cosa de personas mayores. Es diferente cuando los ojos brillan… ¡inventar es divertido!

XI

Cuando un niño pierde un juguete, llora por el juguete un momento. A veces es un momento tan breve como inexistente, porque tan rápido como lloró, alguien le repuso el juguete. Hay gente que no le gusta que los demás lloren. No saben que llorar es tan necesario como sudar. La lágrima es agua estancada, una pena que necesita salir para desestancarse.

Me pregunto por qué en los cuentos de hadas nunca dicen «y al final, mueren.». ¿Acaso no es el final de todos los caminos? ¿Será que temen la muerte? No comprenden que la muerte es solo un cambio, y que para que algo nuevo llegue, lo viejo tiene que salir. Sabiendo esto puedo decir «la vida es maravillosa» en cada momento… ¡La vida es maravillosa!

Hoy asisto a un funeral. La gente llora y yo lloro con ellos, porque comparto su pena. Pero en cuanto dejo de llorar celebro la vida, porque eso es la muerte, ni más ni menos: una pequeña muestra de la grandeza del universo. El final de un camino es el comienzo de otro, y ante la grandeza de ese evento es inevitable alegrarse.

El árbol vive, un día nació, un día morirá. El río un día nació, un día morirá. La tierra: un día nació, un día morirá. Mientras tanto… ¡vivimos! Es tan emocionante la vida…

Descanse en paz lo que muere. ¡Bienvenido a la nueva vida!

X

Os hablaré de mi planeta. Cuando era pequeño, parecía muy grande, pero a medida que fui creciendo, el planeta se quedaba del mismo tamaño. Ya se sabe que los planetas crecen, pero no tienen tanta prisa en hacerlo como las personas.

Como la mayoría de los planetas, el mío iba girando sobre sí mismo a la vez que viajaba por el espacio, por lo que pude disfrutar de un montón de atardeceres y de amaneceres. Es tan bello verlos… Un atardecer es como una despedida, un amanecer es como una bienvenida, y el tiempo de Sol es tan maravilloso como el tiempo sin Sol.

Antes no comprendía que hubiera tiempo sin Sol, y me entristecía. Incluso tenía miedo a que el Sol no volviera. Pero me llegué a dar cuenta: el Sol siempre vuelve, y para que haya tiempo de Sol tiene que existir un tiempo de sombra. El Sol también necesita descansar…

En mi planeta tenía una rosa. También baobabs. Y un cordero que me había regalado alguien muy especial para que se comiera a los baobabs. Y tres volcanes, uno de ellos inactivo, pero que nunca se sabe… Un día dejé mi planeta para conocer el universo. Se veía tan bello desde mi planeta… pero nunca me había aventurado a conocerlo.

Cuando al fin regresé a mi planeta todo había cambiado. La rosa que me había domesticado se había convertido en un fabuloso rosal. El cordero había crecido -ahora era un hermoso carnero- y había formado su propia familia, que se alimentaba de todo lo que crecía en la rica tierra del planeta. Entonces comprendí que aquel planeta ya no era mi planeta. Porque yo ya no era el que era antes.

Cuando uno regresa después de mucho tiempo a los lugares en los que ya ha estado, le da la impresión de que no es el mismo sitio. El sitio puede haber cambiado un poco, pero lo que realmente cambia es el mundo interior. Un alma que viera siempre los mismos lugares de la misma forma sería un alma estancada. Porque las personas somos como el agua de los ríos, vamos creciendo a medida que llegamos al mar, para al final llegar a formar parte de él.

Ahora mi planeta es el mismo que el tuyo, uno que no es posible domesticar porque cuando pretendes domesticarlo  lo abandonas: se llama Ser.

IX

-Así que la niña, subió al nido del elefante, masajeó sus orejas y al final pudo volar.

-Buenas noches, Principito.

Me encanta hablar con los niños de universos nuevos, porque creen en ellos. Nunca verás a un niño dudar de un barco pirata volador, ni de sirenas que pueblan los fondos marinos, ni de un bosque repleto de hadas. Para un niño, un perro volador es tan real como un perro corredor. Eso es maravilloso.

Los niños nacen sabios. Un sabio no es el que más ha leído, sino el que más sabe. Y un niño sabe. Y si no sabe, quiere saber. Por eso sabe.

-¿Qué pintas ahora? -me pregunta la niña.

-Una pradera.

-Parece el mar.

-Es un mar, pero de hierba.

-¿Qué son esos colores?

-Cada color son plantas diferentes. El amarillo son flores amarillas, el naranja son flores naranjas. Fíjate, en la vista más cercana se distingue cada flor amarilla de cada flor naranja, y las flores de la hierba. Pero más lejos no se distingue, y mezclo los colores. Así lo imagino, y todo lo que imagine lo puedo pintar.

-¡Yo tambien quiero pintar!

La ilusión se contagia. Si un niño triste llega a un lugar donde juegan niños alegres, ese niño no podrá evitar sentirse alegre y jugar. La mirada lo dice todo. Un niño ilusionado reflejará el infinito en sus ojos, porque en su interior está viviendo el universo entero.

VIII

Caminaba entre las hojas de los helechos. Unos pequeños insectos atraían mi atención.

-Hola.

-¡Buen día, compañero!

-¿A qué juegas?

-¡A la vida, compañero! ¡No me queda mucho tiempo!

-¿Qué quieres decir? ¿Vas a morir?

-¡En algún momento, seguro! ¡Por eso disfruto cada momento al máximo!

-Disfruta, entonces, hermanita.

Más tarde descubrí que el insecto vivaracho era una efímera.

«La vida de los adultos es muy corta; muchas especies viven menos de un día: emergen al atardecer y por la mañana han muerto,» decía el diccionario.

Un insecto que solamente vive un día su vida de adulto… Entonces, había usado casi un año según su punto de vista para hablar conmigo. ¡Qué amable! Y pensar que hay personas que se quejan de que no tienen tiempo…

Las efímeras viven un día, pero ese día es toda su vida. Las personas podemos vivir muchos años, pero esos años no son más que un suspiro en la vida de la Tierra. El tiempo depende siempre del punto de vista.

Es sencillo vivir cuando eres niño, porque la vida es un poco como la vida de las efímeras, viviendo el día al máximo de sus posibilidades. Somos quienes somos, amamos a quienes amamos, sentimos lo que sentimos, reimos lo que reimos.

Si miras las estrellas, verás luces que quizás ya no existan porque la luz de su muerte tarda un tiempo en llegar a la Tierra. ¡Tan cerca pero tan lejos…! La muerte es así, es un cambio inevitable, y necesario. Para que algo nuevo llegue, algo tiene que dejar su lugar. Lo mejor de todo es que casi nunca sabes cuándo o cómo va a llegar.  ¡Por eso es tan divertido vivir!

Cada día, una aventura nueva…